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¿Por qué se manifestarán los pensionistas?

Desde hace años venimos haciendo estudios sobre el futuro de la Seguridad Social, analizando los modelos mixtos, las modernas cuentas nacionales u otras recetas, pero definitivamente observando el derecho comparado en los países más avanzados, no queda otra que concluir asumiendo que la única solución realista es compatibilizar las pensiones públicas con los modelos privados complementarios y hacerlos cuasi obligatorios o buscar impulsos alternativos. Si no lo hacemos a tiempo, las manifestaciones irán creciendo en intensidad y en volumen de asistentes, debiendo recordar que en uno u otro momento… «tu también estarás en dichas manifestaciones como pensionista y por muchos años». Ante el debate de la Seguridad Social, lo primero es identificar los orígenes del problema, que no se limitan a uno concreto, sino a varios factores:
 
1. La pirámide de población, especialmente preocupante en los modelos de reparto, donde nuestro sistema se aproxima a mucha velocidad a los errores de los negocios piramidales, recordando que al ser un sistema obligatorio, el Estado tiene que garantizar constitucionalmente el mantenimiento de las pensiones. ¿Qué sucederá cuando definitivamente se rompa la cadena y haya más pensionistas que cotizantes? La respuesta la estamos empezando a observar con las manifestaciones de pensionistas indignados, fundamentalmente por la pérdida progresiva de sus pensiones, debido al factor de sostenibilidad y a la revalorización desvinculada del IPC. Se estima que en unos años la pérdida de poder adquisitivo será superior al 25% sobre la pensión inicial.
2. Las prestaciones 5 estrellas. Con el amplio y generoso catálogo de prestaciones no se puede mantener un sistema de protección 5 estrellas, donde todo vale y todo se reconoce, por no hablar de las subvenciones y ayudas al empleo que van contra la caja del sistema (caso, entre otros, de la tarifa plana). Lógicamente, cualquier modelo tiene que ser capaz de sostener el equilibrio entre ingresos y gastos. Si se gasta mucho: o se recauda más (mayor subida de cotizaciones) o se paga menos (rebaja de pensiones)… pero ¿por qué no racionalizamos el gasto en otras partidas?
3. La vida de los 100 años. Cada vez son más sólidos los estudios que certifican que la esperanza de vida llegará a los 120 años. La noticia nos obliga a recapacitar urgentemente sobre el modelo futuro del sistema, porque a los problemas anteriores habrá que sumar que el Estado, con la regulación actual, tendrá la obligación de mantener en muchos casos durante más de 40 o 50 años a un gran número de pensionistas. El problema que nos viene encima obliga a la sociedad a replantear dónde tener sus bolsas de pobreza o umbrales de vida digna… ¿en la etapa de mejor actividad de las personas con la RGI, las ayudas sociales o el resto de ayudas a colectivos desfavorecidos (en muchos casos necesarias y en otros un abuso al resto de la sociedad) o, por el contrario, sosteniendo el sistema para las personas que cotizaron, y que vivirán hasta los 120 años? De momento, todas las reformas están dirigidas a reducir las pensiones progresivamente sin que se note mucho, acercando cada vez más las pensiones mínimas a las máximas, olvidando una vez más las recomendaciones del voluntarioso pero iluso Pacto de Toledo. ¿Dónde está el principio de equidad de su recomendación 9 y el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones de la recomendación 11? Esto incidirá preocupantemente en que los que han planificado su jubilación podrán tener un regalo con la prolongación de su vida, y los que no lo hayan hecho podrán tener una maldición. ¿Surgirán entonces nuevos ‘homeless’ o nuevos jubilados becarios?
Resumiendo, ¿hacia dónde vamos? El futuro del modelo público ya no está pensando en mantener un equilibrio entre salario y pensión, olvidémoslo. El futuro, como está pasando en el resto de Europa, consistirá en vivir con una pensión más o menos mínima del sistema público y complementarla con el ahorro privado que se haya efectuado. Llegado este punto, donde ya es indiscutible que la Seguridad Social no garantizará una tasa razonable de sustitución del salario (cuestión que nada tiene que ver con la quiebra del sistema), ¿por qué no se consigue ‘forzar’ a los ciudadanos a que ahorren más en planes complementarios? La respuesta es fácil… por muchas razones. Pero lo cierto es que hay que incentivar el ahorro privado para las pensiones futuras e intentar evitar que los mil manifestantes de hoy se conviertan en breve en 100.000. Con nuestra mentalidad, probablemente la única receta que puede funcionar es la fiscalidad de las aportaciones a las EPSV o a los fondos. Como se está viendo, en el País Vasco cuando tuvieron interés fiscal, las EPSV crecieron. Ahora se desploman, con un descenso del 43% en las aportaciones entre 2007 y 2016.
Pues bien, mi fórmula consiste en incentivar de verdad la fiscalidad de este ahorro, por ejemplo, permitiendo deducir hasta un 20% de la renta en activo y, posteriormente, primar el rescate en forma de renta, sancionando el rescate en forma de capital y mucho más el rescate anticipado (salvo las lógicas razones de necesidad). Para los críticos de esta fórmula hay innumerables respuestas, todas ellas contrastadas, que se escapan de un pequeño artículo.
En definitiva, abordemos cuanto antes el problema y dejémonos de parches políticamente correctos, cuanto antes mejor, si no el problema se irá haciendo insostenible. Al tiempo.
 
Autor: José Ramón Mínguez
Fuente: El Correo